Iniciamos una serie de post en los cuales queremos escribir, y tal vez homenajear, la historia de algunos viajeros que andan por ahí, inspirando y embrujando corazones ávidos de aventuras.
El viaje es ante todo una decisión. Fuera de los preparativos, no hay viaje posible si en un momento único se decide dejar el lugar de residencia habitual para aventurarse hacia territorios desconocidos o ignorados.
Hace casi diez años Juan Pablo Villarino decidió ser coherente con su concepción de libertad y vivir la vida mientras viaja. Decidió ser nómade. Nació en 1978 y estudió Psicología en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Es escritor, periodista y fotógrafo. Recorre el mundo a dedo o en bicicleta, con el fin de retratar la cotidianidad y hospitalidad de los pueblos que encuentra en el camino.
En 2001, luego de su primer viaje por el Noroeste Argentino, exploró durante 3 meses Europa. A su regreso comenzó a «desmantelar una estabilidad que me mantenía preso» y siguió viajando. En sus palabras: «Viajar se trata de aprender a desposeer para tener la liviandad de alma suficiente y poder moverte de un lado a otro».
Al regresar, motivado por haber conocido el club de Autostop de Vilnius (Lithuania), en un bar de su Mar del Plata natal junto a un grupo de bohemios aventureros dieron a luz a Autostop Argentina, la primera comunidad de viajeros independientes en Latinoamérica. Por aquellos días escribió el Manifiesto Mochilero. En 2012 se festejaron 10 años del aniversario de esa gesta en Balneario Orense, su primer lugar de encuentro. Llegaron algo más de 120 mochileros.
En 2005 inició un viaje que duraría 27 meses en el cual unió Irlanda con Tailandia cruzando los países denominados «El eje del mal»: Irán, Irak y Afganistán. Con la misión de devolver una imagen más humana a estos pueblos cronicando su viaje semana a semana en su blog (acrobatadelcamino.com). En ese viaje parió su opera prima: Vagabundeando en el Eje del Mal (2010, Editorial Del Nuevo Extremo).
«La primera vez que me calcé una mochila fue en 1998. Ya entonces sentí la adrenalina de las posibilidades infinitas que deparaba el horizonte. Era como si, de pronto, alguien me hubiese puesto un par de alas.» Así comienza su libro.
«Marcel Proust solía decir que la exploración verdadera no consiste en ver nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos. La mañana del 1ro de mayo de 2005 cerré por última vez la puerta de mi casa en Belfast, Irlanda del Norte, donde había vivido por un año, trasplantado desde mi Argentina natal. Tenía 27 años, el pelo corto y ninguna tarjeta de crédito. Presté atención a mi primer paso y pensé en las futuras piruetas que, sin asomar aún a la realidad, estarían contenidas en ese acto inicial de movimiento. Como en cualquier otra mañana del calendario irlandés, la lluvia caía en cascadas (…) Era el comienzo formal del viaje: iba en busca de mis nuevos ojos »
Como un mensaje en una botella lanzada al mar su libro llegó un día a manos de Laura. Las orbitas de sus mochilas coincidieron tiempo después y se alinearon por primera vez en una banquina en Salta.
«Desde el día en que desplegamos mi viejo mapamundi Michelín sobre la hierba vívida del pueblo de Alemanía, en los Valles Calchaquíes, tanto Laura como yo lo supimos de inmediato. Éramos la moneda que alguien más había echado a volar, y la suerte estaba dictada. Lo anticipaba la dulce intuición en nuestras miradas fugaces, todavía libres. Habría amor, habría viajes.»
Desde entonces empolvan sus suelas a la par. Echaron a rodar juntos un nuevo libro escrito en coautoría luego de un viaje de 18 meses por Sudamérica donde recorrieron desde Antártida a las Guayanas: Caminos Invisibles
Juan se define como un escritor nómade. Entró a Irak de noche sin moneda local ni mapa, memorizando versos del Corán para simpatizar con hipotéticos talibanes, durmió con la resistencia intelectual iraní, pensó en quedarse a vivir en Colombia, pedaleó las orillas del Rin, dio lecciones de autostop en el Parlamento kurdo, tomó el té en un campo minado y aprovisionó su mochila en una base norteamericana en Afganistán, viajó gratis a conocer la Antártida, esperó 14 horas en Tíbet a que un vehículo lo saque de una banquina, encontró el amor en un caserío de 20 viviendas en Salta.
Nueve años a la vera del camino, 60 países recorridos, más de 2000 vehículos frenaron para llevarlo y 140 mil kilómetros pasaron bajo sus pies.
Gracias por la inspiración, viajero. Que su fértil peregrinar siga adueñándose de nuevos horizontes.
Gran ejemplo para comenzar el homenaje!
Tremenda vida ! Joven y aventurero, una fórmula perfecta. FELICITACIONES !
La vida es movimiento…!
Que ejemplo! Ojala yo tuviera la misma iniciativa que el.. me falta valor!