Soy una mujer convencional, soltera, profesional, treinta y pico, sin hijos, solvente, con un trabajo interesante, ¿porqué es interesante?, ¿qué lo hace tan excitante?, el preciado premio, sí querido viajero a mí en mi trabajo me pagan por viajar, ¿¿¿qué???, sí sí leyó usted bien, me pagan por viajar.
A lo largo de estos seis años, cada vez que cuento que dentro de mi tareas laborales está la tan sacrificada tarea de viajar, las caras que veo, las voces que escucho y las expresiones en los rostros de mis interlocutores son del siguiente estilo:
- ¡Qué genial y encima te pagan! (el asombrado)
- ¡Nunca dejes ese laburo! (el exagerado)
- ¡Piba vos sí que te sacaste la lotería! (el envidioso)
- ¿y viajas sola, no tenes miedo? (el desconfiado)
- ¿Y podes gastar en todo lo que queres y te quedas con lo que te sobra? (el ventajero)
Estos son solo algunos ejemplos del imaginario colectivo acerca de lo maravilloso de mi trabajo, esas experiencias tan gratificantes y sensacionales que plagan mi vida de rosas, porque parece que yo no me puedo quejar. Si me quejo “es de llena”, diría una amiga. Ok, ¿pero porqué no tengo derecho a quejarme?. Aclaremos un poco la situación, voy a echar luz a mi vida de “viajes laborales con fuegos artificiales”. Acepto que disfruto al ciento por ciento mis viajes, no importa si son a lugares tan remotos y desoladores como: Quitilipi, Sarmiento, Puerto Piray, Paraje Sorocayense, Palo Santo, General Mosconi, Montecarlo, Rio Grande, por nombrar algunos. Si paso por todos los climas en menos de cuatro horas, si es selva, montaña, monte, llanura, si pido ir al baño luego de haber hecho 30 kilómetros monte adentro y la directora de la escuela me dice: “Espere, ¿voy a ver si no está la yarará?, o si para hacer pis me tengo que bajar del remis en medio de la inundación de la ruta nacional N° 34 y correr hasta la arboleda más próxima. Si llego y me ofrecen mate de yuyos con chipa y sopa paraguaya, doy mi mejor sonrisa, agradezco y al buche.
Las historias de vida de la gente, su calidez y su agradecimiento me emociona hasta los huesos y eso compensa los miles de avatares, aunque el vuelo se haya demorado cinco horas para salir, el calor del chaco salteño pegue durísimo y el frio cortante e implacable de la Patagonia me congele las ideas. Como cuando me quede varada en la isla, sí allá en el fin del mundo, porque erupcionó el volcán y tuve que emprender mi vuelta a casa por tierra, cuatro cruces de fronteras, paseo en carcasa chilena para cruzar el Estrecho de Magallanes, tres cambios de buses, y cincuenta y dos horas de viaje, casi nada. La aventura interminable, las profundidades de la Patagonia en su crudo y máximo esplendor, todo eso sosegado con buenas lecturas de mis libros, almohadilla para mis tremendas cervicales y los chistes malos del azafato del ómnibus que se creía el coordinador del viaje a Bariloche. Solo faltó el “bariloo, bariloo” y la peor pesadilla se transformaba en “el viaje soñado”.
Si a los verdaderos males de mi tan placentero trabajo le suman mi cansancio demoledor a medianoche en un aeropuerto esperando otro vuelo demorado un viernes, mis alucinaciones con mi cama y el reencuentro con mi gata, la falta de organización en mi vida para hacer por lo menos una vez por semana una clase de gimnasia, llegar a mi casa y no tener nada en la heladera, y mucho menos ganas de cocinar. ¿No sé con qué quedarme?.
Siempre pienso y me debato sobre los “pro” y “los contras” y lo sigo eligiendo, sin este trabajo nunca hubiera podido viajar tanto por mi país y conocer con lo que eso implica, los lugares no son solo lugares, son sensaciones, sentimientos, olores, miradas, abrazos, bienvenidas y despedidas. Son páginas que cada uno rellena con su experiencia, les da color, su impronta, su sello, su marca. Lo que suceda allí será único e irrepetible. Cada vez que regreso a un mismo lugar descubro algo distinto, lo veo con otros ojos, porque yo no soy la misma que en el viaje anterior.
Mientras tanto sigo escuchando la eterna afirmación de mis familiares y amigos ¿otra vez te vas?. ¡Sí otra vez me voy!. Siempre estoy yendo y viniendo, ya saben que amo viajar, siempre busco aire, no puedo estar quieta, y en definitiva este trabajo está hecho a mi medida al menos aquí y ahora.
Muy inspirador! Que suerte tienes de tener un trabajo que…es broma! ;P
Un saludo viajera!
Excelente nota!!!! Me sentí muy identificada. Me hizo recordar mis felices años de “viajera” y, además de hacerme reír, me emocionó mucho. Gracias Sole!!!!
Genia, Sole. ¡Qué buen proyecto! Quiero seguir leyendo tus crónicas de viaje!!!!